No te entiendo


Sé que te gusta porque lo veo en tus ojos medio abiertos y en tu voz; en tu cuello tirado hacia atrás, en tu respiración entrecortada, en tus impulsos. También lo sé porque te conozco Lara, y porque hemos pasado muchas horas de cama juntas como esta, de rodillas frente a ti, como ante una diosa a la que adorar; y donde tú, dulce y magnánima, me recibes con las piernas abiertas. Un milagro de la naturaleza sobre tu cama. Gimes y levanto la mirada para encontrarme con una pradera blanca, sembrada con un fino y disperso vello rubio, que se expande desde tu vientre y que acaba en dos lomas simétricas coronadas por una pequeña área levantada a modo de diminutos templos. Tus dedos retorciendo la sábana se entrelazan con los míos cuando los busco, y tu otra mano, sobre mi cabeza, relajada, acompaña el vaivén de mi cuello en cada ligero choque de mi lengua contra tus labios. Entre tus piernas soy como una feligresa en busca de agua bendita. Meto mi lengua en tu vagina y hago círculos para tocarte por dentro. Es suave y dulce. Entonces, una respiración más intensa, una caricia de tus dedos en mi cabeza.

    MMM AAAH.

    Vuelvo a pasar mi lengua una, dos y hasta tres veces seguidas; rápido para que notes un contacto más intenso. Me aprietas la mano y me empujas hacia ti. Te suelto y paso mis manos alrededor de tus piernas, me agarro como si el mar me fuera a llevar a la deriva y fueses la única manera de sobrevivir. Te beso y soplo para que notes el contraste de temperaturas. Recorro poco a poco, casi tímidamente, el camino hasta tu clítoris. Abro los ojos para verlo. Húmedo y reluciente como una perla que acaba de ser descubierta. Me acerco con la punta de la lengua y lo toco, lo muevo de un lado a otro, le doy vueltas y lo abrazo con mis labios.

    ¡AH! MMM ¡MMAAH!

    Me separo para lamer mis dedos, tres, pero solo te meto dos a la vez que te vuelvo a besar en lo alto de tu gozo. Saco y meto mis dedos al ritmo de mi lengua, doblados para llegar a ese punto que te hace encoger las piernas.

    AAAAH. Sí, así, así.

    Ahora van tres; un poco separados para que te rocen más y luchen para abrirse paso hasta tus gemidos. Llegan y me separas la cabeza. Me miras sin decir nada y me levanto. Cuando vuelvo estás a cuatro patas entregándome tu culo y tu sexo mojado como una gata en celo que acaba de encontrar un macho que la monte. Me meto la parte vibratoria del Strap On, lo ato, y te penetro sin avisar. Son veinticuatro centímetros. Tus gemidos cambian. Se vuelven más agudos y más sexys, y a mí me ponen de una manera que no está escrita, sacando lo más animal que tengo dentro de mi pequeño cuerpo. Me hacen sentirme poderosa viendo cómo el impulso de mi cadera golpea contra tu culo, cómo te mueves hacia delante y te hace gemir como una perra, una gata o una tigresa. Te giras para verme y me pone más todavía; tu mirada perdida, los ojos cada vez más en blanco a medida que te follo más fuerte, y tu boca, abierta sin ningún control, dejando que tus gemidos reboten contra las paredes de la habitación. Y lo dices, <<Me voy a correr>>, e instantáneamente, me empiezo a correr yo también. Te agarro de los codos para traerte hacia mí y dejar que mi verga de mentira llegue hasta la puerta de tu placer pidiendo entrar.

    TOC. TOC. TOC.

    Empiezas a gritar sin control y sin saber lo que dices, mezclando los AAAAH, con los , con los ME CORRO, ME CORRO; y te corres. Y me corro. Y te empiezan a temblar las piernas y te descontrolas mientras lucho por hacer nuestro este momento, trayéndote hacia mí para pegar tu espalda con mi pecho, luchando contra tus convulsiones, pero son más fuertes y te escapas de mis manos para caer sobre la cama y agarrarte a las sábanas, estrujándolas fuertemente mientras me hago un ovillo en el suelo sobre tu corrida. Y entonces silencio donde antes hubo tormenta. Y te miro y no te veo los ojos, pero sé que te gusta Lara, porque te conozco y porque hemos pasado muchas horas de cama como esas; juntas bajo el manto de la unión de tu cuerpo con el mío, del placer y la fantasía de que me notaras dentro de ti, de tomarte y poseerte con la medida justa de fuerza y delicadeza que solo yo podía darte.

    Y te sigo mirando y no puedo ver tus ojos porque estás tumbada en la cama, extasiada y agotada con la cabeza hundida en el colchón. Y yo… yo te miro en la distancia tras la pantalla de mi móvil. Perdida y vacía. Vacía sin tu cuerpo a mi lado, y perdida pensando en por qué no estás conmigo, y en por qué decidiste de repente, que yo no era lo que querías a tu lado ahora que tenía mi propio pene para ti.






Cargo Collective, Inc. Los Angeles, Calif.